Cualquier persona por coherencia dimitiría inmediatamente, pero no lo hará pues perdería un inmerecido suculento sueldo, que es lo único que le importa. De todas formas, la respuesta será la callada (de él el insulto como argumento).
Aferrarse a un cargo de forma numantina y sin ningún argumento de defensa y quererse mantener en el mismo con tanta gente en contra (hasta los que defendieron su ideología) es totalmente imposible. Solo puede conllevar a una caída mayor y con un evidente desprestigio. En el caso referido además de una malísima imagen inmerecida para el organismo en el que trabaja y para sus compañeros que actúan de una manera totalmente diferente. Ya lo hemos visto en muchos casos. Recientemente con M. Oltra, en estos momentos con B. Johsnon. Cuando se tira mucho de la cuerda se acaba rompiendo. Hay líneas rojas que no pueden cruzar, y muchas veces las ha cruzado.
Ya a otros federativos por actuaciones incomparablemente de mucha menor importancia se les cesó en el cargo. Se sabe bien la causa por la que él no, e incluso se le defiende.
Tan solo le apoya su “cuchipandi” -¡qué pocos son!-, pero más tarde o más pronto no lo harán. Roma no paga traidores.
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